Desde hace muchos años (y en algunos casos hasta décadas), existen casos de conducciones sindicales que vienen ocupando cargos dentro de la organización sindical, de manera ininterrumpida.
Algunas de ellas, han logrado buenas gestiones.
Otras, por el contrario, son un absoluto fracaso por donde se lo mire.
Los resultados de la gestión de una dirigencia sindical, se pueden visibilizar en temas tales como: salarios, paritarias dignas, respeto a todos los artículos del Convenio Colectivo de Trabajo por parte de la patronal, mantenimiento de derechos adquiridos, nuevas conquistas, inmediatez con las necesidades de las bases, independencia política partidaria, más prestaciones que mejoran la vida de quienes sostienen la estructura sindical con sus aportes mensuales, entre otras cosas.
Fundamentalmente, hablamos de sindicatos en los que sus dirigentes no utilizan la organización sindical para su uso personal, el de su familia o el de su minúsculo grupo de obsecuentes de siempre.
Nos referimos a sindicatos, en donde se respira una verdadera democracia sindical, que sea de puertas abiertas, en donde los verdaderos dueños sean las afiliadas y afiliados (en actividad y jubilados), y no sus conducciones.
Pero con el transcurso del tiempo, se advierte el avance de un proceso de feudalismo en muchas organizaciones sindicales, caracterizados por impedir sistemáticamente el recambio dirigencial, bajo todas las herramientas que pueda tener a su alcance el oficialismo, como por ejemplo: dividir astutamente a la oposición en las elecciones para asegurarse así el triunfo (aunque hay sectores opositores que en la práctica son funcionales, y otros parecieran ser colaboracionistas del oficialismo, a pesar de que usan para afuera un discurso opositor furioso, que ya nadie cree), cerrar las puertas a los nuevos referentes, no capacitar, formar más seguidores que líderes entre otras cosas.
Esos mismos oficialismos, a la hora de conformar la lista para la elección, no se caracterizan por poner en cada Secretaría a las personas más capaces e idóneas en esas materias que tiene el gremio. Por el contrario, designan a gente sin conocimientos, sin proyectos elaborados, y que solo utilizan esos lugares para que a través de un permiso gremial, no tener que ir a trabajar durante todo el periodo de mandato. Son Secretarías generalmente, que tienen al frente personas ineptas para esa función, que no saben qué hacer con el cargo que tienen. Probablemente también sean igual de ineptos, quienes los ponen allí.
Podríamos decir que estamos frente a casos de Secretarios o Secretarías Generales, y de distintas Secretarías que no funcionan.
Es por ello, que nuestro país necesita con carácter de urgencia desde el Congreso Nacional, impulsar una reforma en la Ley 23551 (Asociaciones Sindicales), que termine con los mandatos indefinidos de la dirigencia sindical en nuestra República Argentina. Se debe fijar un máximo de dos períodos (es decir un primer período y la posibilidad de una sola reelección), y luego volver a trabajar al llano con las bases. Esto garantizaría que quienes lleguen a la conducción de un Sindicato primero lo hagan por vocación, que tengan un tiempo prudencial para gestionar; evitar que las conducciones se burocraticen, que usen la estructura sindical para hacer más política partidaria que política sindical, y sobre todo que los permisos gremiales se justifiquen por el trabajo que se haga y los resultados que se alcancen, para las afiliadas y los afiliados.
Para ello, la juventud debe capacitarse, formarse y preparase, y para esto es fundamental el acompañamiento de los jubilados que han sido máximos referentes del Sindicato (son quienes aportan conocimientos, experiencias y el necesario acompañamiento a las nuevas generaciones).
Si dentro del sindicato no se promueve la formación de nuevos cuadros (de los mejores del gremio, y no de los amigos y de los obsecuentes de siempre), hay que capacitarse afuera también, para preparase para conducir.
Las mujeres y los hombres pasan en los sindicatos, pero las estructuras gremiales deben continuar.
Hay entrañables dirigentes que han sido recordados por su lucha incansable, por su honestidad intelectual, por todo lo que lograron para el gremio, por llegar a la conducción del sindicato con un nivel de vida y retirarse al finalizar el mandato de igual forma en la que llegaron, mantuvieron independencia política, estuvieron al lado de las bases y demostraron merecer estar en esos lugares.
Ese es el norte que deben tener las nuevas generaciones de dirigentes sindicales en Argentina.
Volver a luchar por los intereses de toda la clase trabajadora y por los jubilados.
Fundamentalmente, hacer honor a la memoria de los máximos referentes sindicales cada organización gremial tuvo en nuestro país, con menos palabras y con más acciones concretas.