Los datos son tan contundentes que no admiten disputas interpretativas. El deterioro de la situación económica argentina llevo ya una década y nos ha llevado a récords de inflación y pobreza. Si extendemos la mirada a los 40 años de democracia también vemos el efecto de las oportunidades perdidas: en 1983 el PBI per cápita argentino más que duplicaba al de Turquía: hoy el PBI per cápita turco es superior al nuestro.
Las responsabilidades políticas de la decadencia económica, social y cultural e institucional argentina, no son iguales para todos los dirigentes y fuerzas políticas. Tampoco hay que subestimas el gran daño al tejido productivo que infligió, a sangre y fuego, la última dictadura militar. El pueblo argentino no necesita buscar a los culpables de sus problemas económicos, sino encontrar a quienes puedan solucionarlos.
Después de casi cuatro años marcados por fuertes crisis internacionales que impactaron en nuestro país y por desavenencias internas, como la paralizante fricción entre los “socios“ del Frente de Todos. El actuaI gobierno enfrenta las elecciones sin una propuesta clara sobre cómo va a sacar a la Argentina de su largo ciclo de estancamiento y proyecto estuvo presente desde antes del inicio de la gestión, cuando lo coalición se planteó como objetivo “volver” en vez de generar algo nuevo. Contradiciendo uno de los máximos postulados de Perón que entiende la política como un medio y no como un fin en sí mismo.
¿Volver para qué? ¿Con qué proyecto? ¿Con qué soluciones?
Hay un motivo por el cual ser peronista es más desafiante que ser radical, neoliberal. trotskisła o libertario. El peronismo tiene tres máximas igual de importantes: independencia económica. soberanía político y justicia social. Alcanzarlos no es una tarea fácil: la justicia social no es solo políticos sociales, la soberanía política no es algo meramente simbólico y la independencia económica no es solo crecimiento, aunque ya ni existe. Pero no por difíciles de llegar a ellos deben ser abandonados. Al contrario, requieren redoblar los esfuerzos porque son los que justifican la existencia de este movimiento político.
Hoy en día ninguna de las versiones del peronismo le ofrece a la sociedad un proyecto de país superador de los problemas que la afectan. Ni siquiera hay debate acerca de los grandes temas que hacen a la agenda pública: ¿Qué modelo de trabajo defendernos? ¿Qué proyecto de salud queremos para la Argentina? ¿Qué modelo educativo pretendemos paro nuestros jóvenes? ¿Qué solución planteamos para casi el 60% de niños adolescentes que se encuentran sumergidos en lo pobreza? No debemos considerar un proyecto de país decir que este gobierno es la única salida, porque lo que puede Ilegar a venir es peor: “la derecha viene por nuestros derechos”. Cuando hay un 50% de pobreza y trabajadores registrados que forman parte de ello.
Cuando en agosto de 2021, antes de la derrota electoral del Frente de Todos, renuncié a mi banca che Diputado Nacional, lo hice con la convicción de que no se puede ser crítico de una fuerza política atornillado a un cargo ejecutivo o legislativo.
Ser crítico de un Presidente o un Frente, con cuya boleta uno accedió a un cargo, es deshonesto en lo personal y deplorable en lo político si no se asumen las consecuencias institucionales que eso implica. Las “falsas renuncias” de medio gabinete luego de las elecciones legislativas de ese año son quizás el mejor ejemplo de la actual decadencia de nuestro movimiento político.
Ante el inicio de un nuevo proceso electoral, me siento comprometido a participar del debate de ideas que el peronismo debe dar necesariamente e indistintamente del resultado de las elecciones para poder ser parte de lo que viene. No se puede permitir, seguir siendo planta permanente de un “pasado glorioso” lejano en el tiempo y de un presente cada vez más difícil para nuestro pueblo. No podemos hacernos los sorprendidos si les va bien en las encuestas o aquellos que proponen "dinamitar" o "cerrar", si lo único que hacemos es repetir consignas y reducir nuestras tres banderas a una supuesta representación de los pobres a quienes no se les ofrece ninguna expectativa de progreso real.
En el peronismo no hay ni debe haber tabúes, ni vacas sagradas, en la construcción de la Argentina grande que Perón hizo una realidad efectiva hace 70 años, pero que hoy es nuevamente un sueño lejano. Los millones de trabajadores sin derechos laborales. los barrios afectados por la inseguridad y los hogares con ingresos cada día menores, necesitan y se merecen un peronismo que haga honor a su cultura innovadora, no un museo de tiempos mejores pero cada vez más pasados.
Nunca es tarde para abrir el debate de ideas. Sin mezquindades y sin especulaciones. Ser "opinólogos” del fracaso no nos va o llevar al triunfo. La derrota puede dar paso a una etapa aún peor para un pueblo que viene sufriendo desde hace mucho.
Construir un nuevo peronismo que sea protagonista de un futuro mejor para la Argentina no es una opción, sino una obligación.