Las elecciones presidenciales en Venezuela del 28 de julio fueron una nueva puesta en escena de los desafíos y tensiones que se viven en Latinoamérica, donde Estados Unidos interviene como otro actor interno intentando reconducir el destino de los pueblos de la Patria Grande, en el marco de una fortísima disputa geopolítica que está marcando el rumbo de la región. 910 observadores internacionales de 107 países estuvimos invitados.

Apenas arribamos a Venezuela, advertimos que la oposición ya denunciaba la posibilidad de fraude, una semana antes de realizarse la elección. No nos extrañó: En los 25 años del proceso revolucionario democrático venezolano hubo 31 elecciones nacionales; en cinco de ellas la oposición -que se respalda en EE.UU.- denunció fraude: 2004, 2006, 2013, 2018 y en 2024. Nunca logró presentar pruebas concretas que ratificaran las denuncias.

Todas las elecciones mencionadas contaron con la validación de quienes intervinieron como veedores internacionales. El sistema de voto electrónico siempre funcionó correctamente y no fue cuestionado, debido a su carácter de inviolable.

Bajo presión

Confirmado por el resultado electoral como Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro afronta un nuevo mandato sumido en las mismas presiones que sufre el proceso revolucionario del ‘Chavismo’ desde su inicio, donde debió responder a numerosos intentos de golpe de Estado, sanciones económicas, intentos de magnicidio y sabotajes de todo tipo. El hackeo del software electoral es otra muestra de esta situación. En ese marco, el Presidente reelecto apuntó al amigo de Milei, Elion Musk, como el responsable de implementar el ataque cibernético.

Por otro lado, Maduro siempre se ajustó a derecho. En esta ocasión se presentó ante la Comisión Nacional Electoral (CNE), poder del Estado externo al Poder Ejecutivo, y reclamó que sea el propio órgano responsable del proceso electoral el que estableciera si hubo fraude o no. Para ello prometió que presentará todas las actas que sus fiscales recabaron en cada urna del país. La oposición deberá hacer lo mismo, si realmente pretende despejar dudas.

Tampoco es un dato menor que de los nueve candidatos a la presidencia, siete ya reconocieron como válidos los resultados electorales.

Excepción a la regla

Sólo el candidato Edmundo González y su mentora, María Corina Machado, se negaron a reconocer el mandato de las urnas.  Montaron las denuncias de fraude, junto a la ya habitual campaña de fake news, e impulsaron violentas protestas callejeras, las llamadas “guarimbas”, conformadas en alguna medida por paramilitares colombianos contratados para la ocasión y jóvenes lúmpenes, a razón de 150 dólares por cada uno

A pesar de todo, Venezuela es un país que está recuperando la senda de estabilidad y crecimiento económico después de largos años de penurias, resultados del ahogo económico al que lo sometieron Estados Unidos y sus aliados.

La población va recuperando la capacidad de consumo, los supermercados están abarrotados de productos, incluida la oferta de alimentos que se producen en el país, ya superada la necesidad de importar comida que fue una característica histórica de la Revolución Bolivariana. Durante las sanciones internacionales, esta condición produjo el desabastecimiento de la población.

Su futura incorporación al Brics, así como la decisión de mantener la soberanía sobre la cuenca petrolera más grande del mundo, suponen indudablemente un desafío a la hegemonía regional norteamericana, en un escenario internacional que muda desde el unilateralismo al multilateralismo.