Desde el despacho de Arturo Quiñoa, titular de la Asociación Personal Jerárquico de Bancos Oficiales (APJBO), se puede ver buena parte de la llamada “city porteña”. Allí, en pocas cuadras, está el corazón del poder financiero del país, la sede de la mayoría de los bancos públicos y privados del país. y ahí, cerca, casi como un custodio, el gremio que fundó hace unos 30 años y que tiene presencia en la banca pública: Banco Nación, Banco Central y Banco Hipotecario, donde el estado tiene una participación importante.
Son días agitados en la entidad, ya que se oficializó la idea de privatizar más de 40 empresas, entre ellas todas las del Nación. Quiñoa lo rechaza, por el rol estratégico de la entidad con presencia en todo el país, y porque además está en una situación muy competitiva en términos financieros. En esta larga charla con Data Gremial explica la realidad del sector, defiende la eliminación del Impuesto a las Ganancias que la APJBO motorizó a través de la Mesa Sindical y analizó porque Javier Milei llegó a la presidencia.
-Comencemos por lo último, la Ley Ómnibus que habilita la privatización de más de 40 empresas estatales, entre ellas el Banco Nación. ¿Cómo se preparan para resistir esta situación?
-A mí me llama la atención que no se avance con empresas que ya están privatizadas, como el Banco Hipotecario, que el Estado tiene una parte de las acciones importante, pero no se desprende de ellas. En cuanto a las privatizaciones, primero aclaro que considero que si es una empresa estratégica no debe venderse, dé ganancias o dé pérdida. Ahora, el desafío de un gobierno que quiere ser eficiente es hacer que las empresas estatales que son deficitarias comiencen a ser superavitarias, porque así no sólo se combate el déficit, sino que además se consiguen fondos nuevos. Hay que usar la imaginación para eso. Los dos mayores contribuyentes del país son YPF y el Banco Nación ;si dejan de serlo estoy bajando la caja de los años próximos. Si esos fondos lo querés cubrir con impuestos es un error, porque está la doble imposición, entonces muchas de esas empresas ni siquiera pagan eso. En el caso del Nación, un estudio realizado por una consultora externa determinó que la solidez del banco es buena, tanto en materia de liquidez como de capacitación y respaldo.
-Otro dato es que se desregularizan los depósitos judiciales, donde el Banco Nación pierde su exclusividad. ¿Cómo se afecta al banco y si esto puede servir para deteriorar sus números y facilitar su privatización?
-El intento de deteriorar la empresa pública no es actual, pasó en los 90 cuando los trenes eran un desastre de manera planificada para que la gente reclame que los vendan. Los fondos judiciales hay que explicar que están en el Banco Nación porque tiene el respaldo del Estado, si ponés una garantía en un banco privado y quiebra, tiene una garantía parcial. Eso es clave en un país donde los juicios no son inmediatos y se pueden cobrar mucho tiempo después. Esos fondos no pueden estar en el juego de la oferta y la demanda.
-Una de las críticas que se le hace a la banca pública es la alta burocracia.
-A nosotros como banca pública nos limita mucho las restricciones que nos imponen. El Banco Nación pide los papeles que reclama el Banco Central, que luego los audita. El Banco Nación no quiere pagar multas por esos trámites, la banca privada no pide ningún papel, y cuando llega el caso paga la multa, que después la suma al costo financiero. Al banco se lo atacó justo antes de las elecciones por algunas conductas impropias de algunos funcionarios, y ojo que me parece correcto denunciar a quienes hicieron las cosas mal, pero no hubo créditos escandalosos o sospechosos, como en otras gestiones, donde estuvo el caso Vicentín o el de la curtiembre Yoma. Esas son conductas de los directorios, pero debe quedar claro que el Banco Nación tienen unos 17 mil empleados, que se forman y capacitan, muy rara excepción ingresa gente de afuera, salvo el área de sistema. Eso está demostrado, con Juan Carlos Fabregas que entró de empleado raso y terminó de gerente, además de ser director del Banco Central. El Banco Nación lo capacitó. Conocer un banco con más de 700 sucursales, que maneja la coparticipación federal, con información sensible, es complicado, y hay que conocerlo.
-¿Se vieron afectados los empleados de los bancos públicos por la decisión de no renovar los contratos realizados en 2023?
-La cuestión de los empleados es una discusión que el gremio tiene con los economistas y funcionarios de muchos gobiernos. Ellos creen que el banco está en el teléfono. Y hay que decir que la tecnología hace todo para una parte de la población, y en determinados lugares. Al banco le faltan muchas sucursales en el conurbano bonaerense, porque crecieron muchas localidades en cantidad de habitantes, y la gente quiere ir cerca al banco. En Ituzaingó no está el Banco Nación, por ejemplo. Si limitás la posibilidad de tener sucursales en más lados, lo que están haciendo es limitando la presencia del Estado en esos lugares, y regalando espacio a la banca privada, que es verdad que se achicó, pero se mantiene en los lugares rentables. Entonces dejás los lugares rentables a los privados y te quedás con los no rentables, no parece ser un buen negocio.
¿Cómo ven el auge de las fintech, son una competencia para los bancos?
-No y sí. No porque la mayor parte de los clientes manejan transacciones chicas, y está lleno de morosos incobrables que se mueven por esos espacios. La economía informal opera fundamentalmente por ahí, porque no puede hacerlo en un banco. Deberían facilitar el acceso, es verdad, pero la fintech deberían cumplir las regulaciones de un banco, empezando por pagarle como bancarios a sus trabajadores. A mí me encanta la competencia, pero que sea pareja. Hoy está muy de moda los delitos cibernéticos a los adultos mayores, la plata que le roban sale por este tipo de empresas.
La amenaza de Ganancias
Ustedes participaron de la Mesa Sindical que motorizó la eliminación de Ganancias. ¿Cómo ven la vuelta del impuesto?
-Yo participé activamente de ese espacio, soy contador público y entiendo de qué se trata, no como algunos legisladores que dijeron cosas lamentables en el debate. La vuelta del Impuesto a las Ganancias es una rebaja salarial, en un contexto de aumento de la canasta alimentaria. Por eso el trabajador va a ganar menos que en diciembre, y las cosas van a valer el doble. El salario no es ganancia, primero, porque se toma el salario bruto. Te toman cuatro o cinco ítems para poder deducir, y luego te hacen el cálculo. Si quisiéramos tener como en otros países un impuesto de este tipo, los trabajadores deberíamos poder deducir todo, como las empresas. Por ejemplo, mis lentes son esenciales para que trabaje porque no veo. Son carísimos. En otro país los podría deducir de Ganancias, acá en la Argentina, no. La deducción por fallecimiento está en 900 pesos con la vieja ley. No se puede deducir a tu pareja si es monotributista de las dos primeras categorías, que es un ingreso ni de supervivencia. Cuando agarrás un balance de una empresa, vez que deducen todos los egresos de producción, financieros, es un contrasentido. Y el otro gran problema es la progresividad, con la famosa tablita de Machinea, el que entra en Ganancias paga casi todo el impuesto, un 35 por ciento. Las empresas también lo hacen, pero de su rentabilidad final.
-¿Qué consecuencias trae su vuelta?
-El problema que genera a su vez el impuesto es que desalienta la carrera laboral, nadie va a ascender para perder plata. En el caso de los bancos públicos, sobre todo el Banco Nación, que tiene sucursales en todo el país. Si alguien que trabaja en Caleta Olivia le ofrecés ir a Salta, pero no tenés en cuenta los gastos de trasladar a la familia, y encima le metés Ganancias, ese trabajador altamente calificado no quiere ir, y cubrís el puesto con el que quiera ir, alguien que está peor calificado, pero es soltero, por ejemplo. En Mercedes Benz los ingenieros se están yendo, consiguen trabajo en una Pyme donde paga en blanco hasta el límite de Ganancias, y completa el salario como monotributista o en negro. Esto desfinancia las cajas jubilatorias y las obras sociales, que es un sistema solidario de salud. La Mesa Sindical iba a dedicarse al tema previsional, que es también muy injusto.
Crisis de representación
-En la marcha de la CGT, Juan Grabois, entre otros, reclamó la presencia de la dirigencia política. Hay una crisis de representación del campo popular.
-Los políticos están disociados de la realidad de los trabajadores, si no tendríamos una representación en el Congreso mucho más alta. Los partidos políticos están llenos de abogados, algunos economistas y empresarios, trabajadores no hay en ninguno. Son pocos los legisladores del movimiento obrero, y así es complicado explicarles nuestras problemáticas, porque no trabajaron. Un ejemplo es el precio subsidiado del transporte público en el AMBA: es discriminativo con el resto del país. Ahora, nunca se explicó que un trabajador del conurbano tiene que tomar cuatro colectivos todos los días solo de ida. Algo similar pasa con los servicios públicos. El costo de trabajar en Buenos Aires es mucho más alto. Como los políticos no conocen esto, hicieron la política de ayuda, pero no la explicaron. Lo mismo pasa en las provincias, los políticos trabajan en la Ciudad de Buenos Aires todo el tiempo, vuelven a sus ciudades un rato, comen un asado y se vuelven. No van al supermercado, no pagan los servicios.
-Y cuando pasan estas cosas, la representación puede salir para alguien “de afuera”, como en esta elección.
-Yo parto de la base que ninguno quiere el mal del país, podemos tener ideas distintas que yo considero malas para una sociedad solidaria, pero que no están pensando que la pasemos mal. Por qué tanta gente votó a Milei. Porque a los anteriores presidentes que hubo antes les fue mal. Es muy difícil que una persona que piensa cómo llegar a fin de mes tenga una mirada de largo plazo, con contexto ideológico. Elige según le va, y los dos anteriores fueron malos, va por el tercero.
En esta crítica a la política, ¿dónde se para el movimiento obrero? En especial luego del último gobierno, que tuvo problemas muy graves en lo económico y sin embargo no hubo un paro general, por ejemplo.
Respecto a la relación con los gobiernos, el análisis hay que dividirlo entre los gremios del sector público y el sector privado. Los estatales tienen una relación directa con el poder ejecutivo. Por eso sus gremios deben tener una relación de mínima cordial. Si se quieren mejorar las condiciones de los trabajadores tenés que tener cierto vínculo con el gobierno de turno. En el sector privado es diferente, puede ser que en una empresa las políticas los beneficien o no. Por eso estar cerca del gobierno a veces es indiferente. Un dirigente o un gremio puede sentirse identificado con un gobierno, el tema que los sindicatos tienen que ser independientes de los partidos políticos de turno y pensar y trabajar por sus afiliados y el movimiento obrero. Ahora, si porque es un gobierno “amigo” le voy a perdonar que se bajen las jubilaciones, le estamos errando. Las centrales obreras pueden tener conductas homogéneas, los gremios no. Si trabajás en la Casa de la Moneda y se decide dejar de hacer billetes e importarlos, te tenés que pelear como gremio, por más que el gobierno sea bueno y promueva el bienestar general.
-¿Se le tuvo que hacer un paro al gobierno de Alberto Fernández?
-Sí, creo que se le tendría que haber hecho un paro. Estaban todos los motivos para hacerlo, ya tener a más de la mitad de los trabajadores en la informalidad ya te da un motivo. Pero si uno piensa que tuviste la pandemia, más un tiempo prudencial cuando salís de esa crisis te queda el último período, donde el gobierno estaba totalmente debilitado. Si lo empujabas se terminaba de romper la economía. Por eso muchos sindicatos prefirieron no ir a medidas de choque, porque nadie quería ser responsable de la caída del gobierno. Pero después ganó Milei, que es como una caída. Los dirigentes sindicales debemos velar por el bienestar de nuestros trabajadores, sin importar el gobierno. Hay que tener responsabilidad con las medidas de fuerza, tampoco ser contemplativos de la realidad, teniendo asalariados en blanco que están bajo la línea de pobreza.
¿Tiene que haber una renovación en la dirigencia sindical?
-Hay un tema que tienen los gremios de la Argentina y del mundo, que es que le cuesta actualizarse. Cuando vamos a las reuniones internacionales de los trabajadores vemos que los problemas en Europa son bastante menores comparados con los nuestros. A eso tenés que sumarle la renovación tecnológica en los lugares de trabajo. Los dirigentes no podemos estar alejados de la realidad de los trabajadores, tenemos que estar y ver cómo trabajan, en qué condiciones, a veces nos pasan como los políticos. Un sindicalista de pilotos aerocomerciales debe volar para saber lo que pasa, el dirigente de una fábrica debe ver el proceso de producción nuevo, y así en todo. Sino después qué discuten en la paritaria.
-¿Qué análisis hacen de la reforma laboral que plantea el DNU?
-Primero, puede haber un decreto de “necesidad y urgencia”, que se utilice cuando están esas condiciones. Por eso deben ser temas puntuales, no 366 artículos que le cambian la vida a todos los argentinos. Lo mismo pasa con la llamada ley ómnibus. Qué necesidad y urgencia hay en que los jueces usen toga.