En la primera reunión de la paritaria recientemente reabierta, los dirigentes camioneros pidieron un aumento “que permita ganarle a la inflación”. Estas palabras suelen ser dichas por todos los dirigentes cuando comienzan a negociar ingresos, en especial luego de un año extremadamente complejo, por una gestión de gobierno cuyos primeros pasos implicaron una brutal devaluación y una disparada de la inflación. La estabilidad relativa de los últimos meses permitió ir recuperando terreno, pero el balance, a un mes del cierre del año, no es positivo. Todo lo contrario.
Algunos números están lejos del clima de festejos del oficialismo, y se acercan a la peor época de la recuperación democrática: la crisis que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa.
Un reciente informe asegura que la caída de los salarios en promedio de este año llega “a niveles récords, que no se veían desde el 2001”. El salario promedio de los trabajadores formales relevado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) registró “una fuerte contracción entre noviembre y diciembre del año pasado”, aunque se aclaró que con la desaceleración de la inflación, “sumado a las negociaciones salariales en el marco de los acuerdos paritarios, permitieron, primero, evitar que la caída del poder de compra de los haberes continúe y, luego, que comience un proceso de recuperación”.
El trabajo del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA permite dimensionar el impacto de las políticas libertarias, en momentos que por efecto de la macroeconomía el gobierno de Javier Milei festeja el supuesto éxito de su modelo.
Pero según este informe, al que tuvo acceso Data Gremial, el salario mínimo “perdió 1,3 por ciento en octubre y entre noviembre 2023 y octubre acumula una pérdida de 28 por ciento”. “Se trata de la caída de ingresos más fuerte desde la crisis del 2001”, afirmó el reporte de la UBA. La fuerte caída se explica “por el aumento de la inflación, con el pico de 25,5 por ciento de diciembre tras la devaluación, y del alza de las tarifas”. La tendencia decreciente de los años previos, adicionalmente a la fuerte contracción de estos meses, “posicionó el salario mínimo en un valor inferior al registrado en 2001, previo a la crisis de la convertibilidad”.
Además, el reporte Panorama del empleo asalariado formal y de las remuneraciones muestra que la merma del salario “se inició en diciembre de 2023, cuando se contrajo 15 por ciento de la mano de la aceleración inflacionaria y se profundizó aún más en enero con una caída del 17 por ciento”.
Esta tendencia “se interrumpió momentáneamente en los meses siguientes, período durante el cual el incremento nominal acompañó la inflación, por lo cual no se observaron reducciones adicionales”. “En junio se produjo una nueva caída (-4,4 por ciento), seguida por cierta recuperación en julio (4,3 por ciento) y por reducciones consecutivas en los tres meses siguientes”, se insistió.
Asimismo, “esto implica una erosión de casi el 60 por ciento frente al valor máximo de la serie, en septiembre de 2011”. En agosto, este índice registró un aumento de 0,8, y de 0,3 por ciento en septiembre. A pesar de ello, a septiembre de 2024 (último dato disponible) “el poder de compra de los salarios promedio continuaba siendo inferior en 1,5 por ciento al valor de noviembre”. Sin embargo, el porcentaje de aumento se atenuó marcadamente desde agosto.
Sector privado
El panorama de agosto y septiembre resulta “más crítico” cuando se analizan las cifras de remuneración promedio de los asalariados registrados del sector privado proveniente del SIPA. “Luego de crecer en términos reales en el mes de junio (+4 por ciento) y julio (+2,8 por ciento), en agosto experimentó una caída de 2,5 por ciento y en septiembre, los datos preliminares difundidos por la Secretaría de Trabajo dan cuenta de una nueva caída, del 1 por ciento”, explicó el reporte.
Esto implica una pérdida de poder adquisitivo de 3 por ciento abajo del registro de noviembre de 2023. A su vez, acumulaba una caída del orden de 20 por ciento respecto del máximo de la serie registrado en mayo de 2013.
Con estos datos, los gremios llevan los pedidos de recuperación salarial a las paritarias con la mirada en ese arrastre del año, por lo cual cualquier cifra que incluso “empate” la inflación termina fomentando la caída del ingreso. Este mecanismo pudo verse en la última reunión del Sindicato de Camioneros, que comenzó formalmente la discusión con la que cerrará 2024 y dará inicio al 2025.
En el primer encuentro el gremio exigió “un incremento acorde a la inflación real para los próximos tres meses” y el ya tradicional bono de fin de año que desde el sindicato lo consideran un derecho adquirido. Si se actualiza por inflación el bono 2023, en esta oportunidad debería alcanzar los 650 mil pesos. “La de Camioneros no es cualquier paritaria. Saben que a la hora de discutir los salarios de nuestra gente les vamos a tirar con todo lo que tenemos. Con eso no se jode”, había planteado en la previa Jorge Taboada, el secretario Adjunto de la Federación de Camionero y futuro representante del gremio en el triunvirato de la CGT.
Perspectivas
Estas duras cifras se complementan con las perspectivas que existen en las empresas respecto al próximo año, que además tiene el condimento de ser electoral. En este sentido, las empresas proyectan un incremento salarial de 139 por ciento en la mediana de 2024, dos puntos por debajo de octubre.
Al mismo tiempo, las empresas que ya definieron sus presupuestos para 2025 y proyectan “un aumento del 48 por ciento en la mediana para el mercado general y anticipan una reducción en la cantidad de ajustes salariales, con un promedio de cuatro incrementos anuales”.
Así lo demuestra el décimo primer relevamiento de Tendencias de Incrementos Salariales en Argentina (TISA), en el que participaron 482 compañías con operaciones en el mercado argentino. La proyección de inflación privada para 2024 también disminuyó al 127 por ciento, según la medición de Latin Focus en noviembre 2024, en línea con las estimaciones de las empresas.
El ajuste refleja “una cautela generalizada en el sector privado, al tiempo que las compañías buscan adaptarse al panorama macroeconómico actual”. Sin embargo, “las condiciones de incertidumbre económica y fluctuaciones en los costos continúan representando retos importantes para las empresas al planificar sus presupuestos salariales”.