El año que acaba de pasar fue, sin lugar a dudas, el peor desde el retorno de la democracia para quienes trabajamos en este país.
Desde el inicio del actual gobierno nacional, se ha observado una sucesión de decisiones (incluidas declaraciones públicas de distintos funcionarios) que demuestran que estamos frente a una clase política gobernante con una postura profundamente antiobrera, en todos sus aspectos.
Ejemplo de ello ha sido el despido de miles de trabajadores tanto del Estado Nacional como del sector privado, como resultado del programa económico que promueven.
Se estigmatizó a los sindicatos independientes de la política y a los verdaderos dirigentes gremiales que luchan de forma auténtica por sus afiliados.
Intentaron poner límites a las paritarias.
Reinstalaron nuevamente el impuesto a las ganancias.
Buscan flexibilizar las condiciones laborales, recortar derechos y conquistas, debilitar las organizaciones sindicales y, en definitiva, llevarnos de regreso a una era de retroceso en materia laboral.
Pretenden instaurar un sistema de esclavitud laboral moderno para el siglo XXI, regresando al pre-peronismo.
Licuaron salarios y jubilaciones con la mega devaluación de diciembre de 2023 y la inflación de 2024.
El modelo del gobierno actual es claramente agroexportador y dirige la mayoría de sus políticas para beneficiar a los sectores más acomodados de la Argentina, sin atender las necesidades de los trabajadores.
Este modelo no tiene entre sus prioridades la industrialización, el apoyo a las pymes (que son las que más generan empleo), la reactivación de la producción o la industria nacional. Tampoco busca estimular el mercado interno ni mejorar el poder adquisitivo de los ciudadanos para que vivan dignamente.
Si bien existen organizaciones sindicales nacionales que cumplen su función de manera eficiente, logrando paritarias dignas, nuevos derechos y conquistas, administrando bien sus obras sociales sin intervención política y ofreciendo excelentes opciones para vacaciones a sus afiliados (como Camioneros, La Bancaria, entre otras), también hay quienes han consentido la flexibilización laboral, han sido cómplices del poder político o se han mostrado sumisos ante él. Los trabajadores que fueron representados por estos dirigentes hoy están pagando el precio de esta traición.
A ello se suma una CGT virtualmente mediocre y servil. Es urgente convocar un nuevo Confederal para que muchos de los actuales integrantes se retiren a cuidar a sus nietos, dejen de obstaculizar y cedan esos espacios a personas capacitadas, comprometidas y con ganas de luchar por los derechos de la clase trabajadora.
Es importante señalar que el gobierno nacional no ha actuado solo. En muchas de sus decisiones, ha contado con el apoyo de gobiernos provinciales (incluyendo algunos de distinto signo político), lo cual resulta lamentable.
Frente a este panorama, el año 2025 ofrece a los trabajadores argentinos una oportunidad de revancha: elegir representantes legislativos que defiendan sus intereses y, sobre todo, que impulsen los pedidos de juicio político presentados contra el actual poder ejecutivo nacional, los cuales están más que justificados.
No podemos volver a votar a los verdugos de los trabajadores.
Es hora de reconstruir el país que una derecha recalcitrante está destruyendo.
El momento de votar dirigentes políticos que provengan de las filas de los trabajadores se acerca (tanto en las próximas elecciones legislativas como en las presidenciales). Basta de los mismos de siempre. Basta de los que vienen desde el 2001 o antes…
Pero, por encima de todo, debemos enviar un mensaje claro a quienes aspiran a llegar a cargos legislativos y ejecutivos, tanto nacionales como provinciales y municipales: "Nunca más gobiernos antiobreros".